El pasado viernes, 8 de marzo, Andrea, voluntaria de Médicos del Mundo compartió con nosotros éstas palabras... ahí va su reflexión, que merece la pena...
«La humanidad sufre tan terriblemente
en el mundo que se ha visto obligada a inventar la risa.» Nietzsche
HOY ES 8 DE MARZO...
Este escrito comenzó hace tres días. Sin embargo, ha vuelto a nacer por lo menos otras tres veces. Entiendo que se conmemore el día de las mujeres, pero que me feliciten por ser mujer, en lo personal, me resulta chocante.
En la actualidad también se celebra el día del hombre. Muchos de ellos se antojaron de regalos, y las empresas no dudaron en comercializar otro día más.
También existe el día del orgullo gay, y ese si que lo celebro y conmemoro, y lo haré hasta que hayan conseguido la igualdad de oportunidades y de género.
A las hembras les pasa igual que a las personas LGTBI (Lesbiana, Gay, Transexual, Bisexual e Indefinido), dejaremos de conmemorar este día, el día que nos dejen de matar por nacer. Igual nos moriremos, pero ojalá nos dejaran hacerlo de muerte natural como dicen por ahí. Yo me he vuelto muy ecológica.
No se debe celebrar por haber nacido hembra o macho o LGTBI; eso me pone en varios dilemas: tendré que separar un día para mis perros y algún día para el gato, las orquídeas, el café, el aire, el cielo, el suelo, los volcanes; no hay bolsillo que lo aguante. Cuántos negocios se me vienen a la cabeza, si seguimos poniendo días comerciales, tal vez hasta salimos de la crisis.
Mejor celebremos la vida...
Conmemorar cuántas veces sea necesario algunas fechas.
Hasta que ya no tengamos la necesidad de hacerlo más,
El día que alcancemos la igualdad formal y real, de género y, de acceso a las oportunidades.
Este escrito comenzó hace tres días. Sin embargo, ha vuelto a nacer por lo menos otras tres veces. Entiendo que se conmemore el día de las mujeres, pero que me feliciten por ser mujer, en lo personal, me resulta chocante.
En la actualidad también se celebra el día del hombre. Muchos de ellos se antojaron de regalos, y las empresas no dudaron en comercializar otro día más.
También existe el día del orgullo gay, y ese si que lo celebro y conmemoro, y lo haré hasta que hayan conseguido la igualdad de oportunidades y de género.
A las hembras les pasa igual que a las personas LGTBI (Lesbiana, Gay, Transexual, Bisexual e Indefinido), dejaremos de conmemorar este día, el día que nos dejen de matar por nacer. Igual nos moriremos, pero ojalá nos dejaran hacerlo de muerte natural como dicen por ahí. Yo me he vuelto muy ecológica.
No se debe celebrar por haber nacido hembra o macho o LGTBI; eso me pone en varios dilemas: tendré que separar un día para mis perros y algún día para el gato, las orquídeas, el café, el aire, el cielo, el suelo, los volcanes; no hay bolsillo que lo aguante. Cuántos negocios se me vienen a la cabeza, si seguimos poniendo días comerciales, tal vez hasta salimos de la crisis.
Mejor celebremos la vida...
Conmemorar cuántas veces sea necesario algunas fechas.
Hasta que ya no tengamos la necesidad de hacerlo más,
El día que alcancemos la igualdad formal y real, de género y, de acceso a las oportunidades.
Al final esto fue lo que salió:
Ella siempre tenía una sonrisa de oreja a oreja,
con humor negro le daba la vuelta a la vida,
giraba tanto que terminábamos bailando,
la cabeza nos daba vueltas.
Hay estaba ella, llorando en mis brazos.
Hay estaba yo, llorando en los de ella cuando me violaron.
cuando se iban las lágrimas a ella le daba por tejer,
cerca del fuego y en círculo, en medio del campo, de ser posible.
Más vanidosa, no he conocido.
Tanto que grité la primera vez que me depiló, fue la última.
Perdí mis pestañas y cejas, alguna vez, cuando intente ser autosuficiente en temas de belleza.
Aunque, ahora amo, conozco y respeto mi cuerpo, mi ser.
El día que me casé, era ella quién me pegaba pataditas bajo la mesa para que no firmara.
Fue ella quien me abrazo cuando por fin me divorcié.
Ella misma, la que me tuvo en sus brazos al nacer.
La que me presentó a sus hijos para que fueran mis hermanos.
Me crió, me educó, me extrañó, me amó, me odió, me aconsejó.
Yo ni siquiera me daba cuenta de que estabas allí, ahí, aquí.
En ocasiones ni sabía que existías,
pero en el fondo siempre te sentí.
Sin saberlo ya te quería.
Siendo mujer, no sabía que era machista. Ahora, lloro.
Lloro, porque ahí estaban ellas: mis madres, mis abuelas, mi sobrina, mis profesoras, mis tías, mis amigas, mis primas, mi hermana, mis brujas, mis compañeras, las madres de mis amigos, mis extrañas, mi maestra.
Ahora las amo, mujeres.
Lloro, porque a algunas de ustedes jamás se los dije.
Algunas de ustedes aún están ahí,
otras ya se han ido. Pero siguen en mi.
No perderé la oportunidad de amarlas de nuevo.
La sororidad será mi lema.
Les pido disculpas por todo el daño que les hice.
Hasta aquellos que las matan sufren: se suicidan, se entregan. No pueden cargar con esa culpa.
Es imposible no quererlas.
Pero dentro de este sistema de patriarcado, todos y todas tenemos los ojitos cerrados, unos y unas más o menos que otras y otros.
Por eso su libertad es tan escasa, preciada, vigilada, controlada, distorsionada.
¿Cómo no quererlas?
Soy consciente de que a algunas las perdí, pero no quiero esperar a que mueran las demás para decirles que las quiero, para respetarlas, para verlas volar.
Por favor, no se mueran sin decirme a dónde van. No de nuevo, no una vez más.
Aunque muchas solo porten las espinas, eso no significa que no sean rosas. En el día internacional de las mujeres solo deseo decirles que las quiero, a todas.
Gracias por existir.
Inspiren luz, retengan vida, exhalen amor.
ANDREA ROZO GONZÁLEZ
Ella siempre tenía una sonrisa de oreja a oreja,
con humor negro le daba la vuelta a la vida,
giraba tanto que terminábamos bailando,
la cabeza nos daba vueltas.
Hay estaba ella, llorando en mis brazos.
Hay estaba yo, llorando en los de ella cuando me violaron.
cuando se iban las lágrimas a ella le daba por tejer,
cerca del fuego y en círculo, en medio del campo, de ser posible.
Más vanidosa, no he conocido.
Tanto que grité la primera vez que me depiló, fue la última.
Perdí mis pestañas y cejas, alguna vez, cuando intente ser autosuficiente en temas de belleza.
Aunque, ahora amo, conozco y respeto mi cuerpo, mi ser.
El día que me casé, era ella quién me pegaba pataditas bajo la mesa para que no firmara.
Fue ella quien me abrazo cuando por fin me divorcié.
Ella misma, la que me tuvo en sus brazos al nacer.
La que me presentó a sus hijos para que fueran mis hermanos.
Me crió, me educó, me extrañó, me amó, me odió, me aconsejó.
Yo ni siquiera me daba cuenta de que estabas allí, ahí, aquí.
En ocasiones ni sabía que existías,
pero en el fondo siempre te sentí.
Sin saberlo ya te quería.
Siendo mujer, no sabía que era machista. Ahora, lloro.
Lloro, porque ahí estaban ellas: mis madres, mis abuelas, mi sobrina, mis profesoras, mis tías, mis amigas, mis primas, mi hermana, mis brujas, mis compañeras, las madres de mis amigos, mis extrañas, mi maestra.
Ahora las amo, mujeres.
Lloro, porque a algunas de ustedes jamás se los dije.
Algunas de ustedes aún están ahí,
otras ya se han ido. Pero siguen en mi.
No perderé la oportunidad de amarlas de nuevo.
La sororidad será mi lema.
Les pido disculpas por todo el daño que les hice.
Hasta aquellos que las matan sufren: se suicidan, se entregan. No pueden cargar con esa culpa.
Es imposible no quererlas.
Pero dentro de este sistema de patriarcado, todos y todas tenemos los ojitos cerrados, unos y unas más o menos que otras y otros.
Por eso su libertad es tan escasa, preciada, vigilada, controlada, distorsionada.
¿Cómo no quererlas?
Soy consciente de que a algunas las perdí, pero no quiero esperar a que mueran las demás para decirles que las quiero, para respetarlas, para verlas volar.
Por favor, no se mueran sin decirme a dónde van. No de nuevo, no una vez más.
Aunque muchas solo porten las espinas, eso no significa que no sean rosas. En el día internacional de las mujeres solo deseo decirles que las quiero, a todas.
Gracias por existir.
Inspiren luz, retengan vida, exhalen amor.
ANDREA ROZO GONZÁLEZ
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Gracias Andrea